miércoles, 20 de junio de 2012

DESLIZ

Se viste de un  ajuar ennegrecido,
confuso celaje  por   cabellera,
para acercarse al sol  y que su ombligo
se torne en nácar de  brillante gema.

Extremidad  de soledad tan  fría
a su  calidez   la materia aferra,
abraza su ardor, se convierte en vida
para  ser jarra,  de su efluvio llena.

De tanto   tropezarse con su brillo
el plasma mutar  en  azul muy  fino
y ataviar  su alma  de   nevado lino,
inmoló la   esencia y  fundió su  cirio.

Su  cuerpo es arrecife, un duro escollo
su núcleo a pausas se ha extinguido
rajado  espejo,  polvo  anochecido,
tres pedazos de un reluciente  chorro.

Pero tan pronto se presenta el alba
va rastreando  el codiciado  fuego,
con ese hermoso  lienzo  en que se  hilvana
la serenidad del  viaducto al cielo.

En el dorsal  de la estación distante
donde se esconde el arrebol  del hielo
repetirá en nocturno trashumante
el sonido áfasico de un  te quiero.

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