Sentada en el extremo de la sima,
lejos de la tormenta y el hastío,
hay luz en mi interior, un fuerte brío,
silenciando el dolor que me lastima.
Puedo sentir lo bello de este clima
latir el corazon del casto río,
que va exhibiendo todo el señorío,
deja paz mientras al mar se aproxima.
Vuelo aquí para ver si al fin resuena,
tu cantar al final del laberinto
y el mañana por fin sea distinto.
Si tu voz me libera de la pena,
más murió tu verso puro y sincero,
y el amor se convirtió en aguacero.
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