Hay una
mugrienta mujer semidesnuda
en el imperturbable muro del destierro,
deslizándose vertiginosamente en
la basura
lanzando gemidos y un
sollozo casi eterno.
Fragmentos de lluvia que se
funden en su alma
ríos de negro rímel en su
rostro desfigurado
andrajos de amor que se adhieren
a su drama
pupilas llenas de un
pretérito dorado.
Presa por la angustia, ella viene a
mi memoria
bailando en círculos, acariciando a la demencia
desgajándose los sucios harapos
en la sombra
o talvez en raudo vuelo, en
pos de su existencia.
Alguna vez la soñé, sin el yugo del
desaliento,
perfumada, con un cuadrángulo de
lino en su cabeza
con largas trenzas, esferas de
color muy intenso
usando un espejo de bronce
pulido, cual princesa.
Con los pies desnudos, haciendo
órbitas en el suelo
con rosetas rutilantes
cubriéndole los senos
girando sin césar las perlas
coloridas de su pelo
haciendo música con las conchas
marinas de su atuendo.
Imagino, el sonsonete de su andar, casi
genésico
el ropaje ajustado a
su piel, sus espléndidas caderas
que despiertan las pasiones
del efebo primogénito
esparciendo melodías voluptuosas
con sus piernas.
Debió ser una diosa, una diva o
quizás alguna reina
pero su vida se perdió en la pútrida
muralla del lamento,
hoy sólo expulsa chillidos
y sollozos como bestia
y serpentea en los umbrales
siniestros del infierno.
¡Qué fuerza tienen tus versos, poetisa! Una alegría que los compartas.
ResponderEliminarTe dejo un enorme abrazo :)
Gracias Yadira por tu visita. Saludos
EliminarEs un placer leerte Mimi, tiene fuerza a raudales, un beso grande.
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